Rampa Williams: El Ascenso Lunático a la Aguja Poincenot
Era el 2 de noviembre y estábamos tomando mates con Juani (Juan Ignacio Unrein) en nuestro barrio, sacado de Neverland, “Villa casilla”, con la misma certeza: una brecha de buen tiempo se avecinaba, fría al inicio, perfecta para la Rampa Whillans. No había dudas: las condiciones de nieve a principios de primavera la convertían en la opción más lógica.
Al día siguiente empezamos a caminar a las 8:00 desde El Pilar y llegamos a Paso Superior por la tarde, cumpliendo el plan de dormir temprano. A la 00:30 nos despertamos sintiendo la adrenalina de la aventurilla que se nos aguardaba. A las 2:00 ya estábamos fuera de la carpa.
Las condiciones de la nieve para aproximar eran sencillamente perfectas, y la magia de la luna llena convirtió al glaciar en un templo de granito brillante, casi que no usamos las frontales.
• Punto Clave: La primera rimaya la pasamos por un puente de nieve a medio formar justo al centro, lo cual fue un golpe de suerte (o de instinto).
• El Embudo: Lo aseguramos con una estaca por precaución, pero la calidad de la nieve nos permitió un avance tremendo. La Rampa Whillans fue un ascenso directo y seguro, permitiéndonos progresar eficientemente de reunión a reunión.
El amanecer nos encontró a las 6:15, ya en los últimos largos de la Rampa.
A las 8:30 cambiamos el chip y entramos en el tramo de mixtos. Esta sección, de baja dificultad y con solo una piqueta en mano, terminó en un hombro espectacular con vistas al valle del Cerro Torre.
Nos tomamos un buen descanso al sol, contemplando Niponino e intentando divisar a nuestros amigos: Jere y el Flojo en la vía Exocet, de la Aguja Standhardt. Eran las 11:00 y aprovechamos la repisa del hombro para dejar el equipo de hielo (seguimos muy livianos).
Desde el hombro, pasamos al modo trepindanga enteramente con botas y gran parte en simultáneo. La clave fue la navegación. Siguiendo la data de nuestro amigo Jere Castana, evitamos la tentación de irnos muy a la izquierda. Juani surfeó esa zona con maestría, sacándonos directamente al filo cumbrero.
Dato técnico: La Rampa Whillans es el canal más fácil para acceder al hombro de la Aguja Poincenot. Si bien su dificultad técnica es moderada, la estrategia en la nieve y la elección horaria (idealmente de noche) son cruciales.
Arribamos a la cumbre a las 14:00 en un día de brecha que parecía irreal. Era la mayor altura que ambos habíamos alcanzado en el macizo. Los fiordos chilenos eran visibles; la vista era anonadante. Gozamos 45 minutos y empezamos el descenso.
Aquí fue donde conocí las habilidades de mi compañero: Juani, "el domador de cuerdas".
• Descenso eficiente: los rapeles fueron perfectos. En la parte superior, fueron cortos (no más de 30m), evitando problemas con el roce o el enredo.
• Recambio de material: en el descenso, cambiamos muchos cordinos podridos de reuniones antiguas y dejamos seteados nuevos puntos ¡Y me encontré una estaca! Tesoros de montaña…
Al llegar al collado antes de los mixtos, decidimos esperar. El calor del día seguro había ablandado la nieve. Juani aprovechó para fumarse un puchito mientras contemplábamos el valle. La montaña te enseña a ser paciente.
La Sombra y el Tobogán al Vacío.
A partir de las 17:00, la sombra comenzó a endurecer los nevés. Cuando llegamos al embudo, la nieve estaba dura, lo cual era ideal.
Dato de seguridad: habían caído muchas "bolas de carro" durante la tarde. Colgado sobre el glaciar de Laguna Sucia te sentís en el tobogán al vacío más grande de tu vida.
Al venir ya cansados tomamos muchos recaudos. Aseguramos la situación al máximo, usando dos estacas esta vez antes de seguir en simultáneo.
Al pasar la rimaya, el pequeño puente de nieve se me desmoronó. Por suerte, tenía a Juani dándome seguro de cuerpo. Quedé con las patitas colgando y el corazón lleno de sensaciones. Superada la rimaya, vimos alzarse desde el horizonte una de las lunas más increíbles que jamás vi.
Cielo naranja, nieve impecable, la inmensidad. Entramos en un modo lunático, contemplativo, sin querer volver a la carpa mientras el granito brillaba cargándose de la energía lunar.
Sentíamos que todo había salido tal cual lo planeado, pero la montaña siempre tiene algo más para enseñarte. Tuvimos la "genial" idea de semi-enterrar la carpa en la nieve por si se levantaba viento inesperado, pero resultó ser una pésima idea: al llegar, teníamos una laguna encima: ¡bolsas de dormir hechas aguas y re-congeladas!
Lección aprendida, igual dormimos así nomás, exhaustos y empapados.
El descenso final fue una maravilla: el ascenso gestionado al Paso Superior se convirtió al bajar en un culipatín furioso que nos dejó cerca de Laguna de los Tres, la mejor forma de no hundirse hasta las rodillas en un día cálido. Al mirar la Aguja Poincenot desde abajo, dimensionamos el desnivel: 2550 metros de ascenso desde el inicio del sendero.
La Rampa Whillans no presenta dificultad técnica alta (5tos) y se escala toda en botas, pero es una ruta que requiere perspicacia estratégica y el equipo adecuado (dos piquetas y al menos una estaca). Si las condiciones de nieve son buenas, es una experiencia fenomenal.
Al día siguiente empezamos a caminar a las 8:00 desde El Pilar y llegamos a Paso Superior por la tarde, cumpliendo el plan de dormir temprano. A la 00:30 nos despertamos sintiendo la adrenalina de la aventurilla que se nos aguardaba. A las 2:00 ya estábamos fuera de la carpa.
Las condiciones de la nieve para aproximar eran sencillamente perfectas, y la magia de la luna llena convirtió al glaciar en un templo de granito brillante, casi que no usamos las frontales.
• Punto Clave: La primera rimaya la pasamos por un puente de nieve a medio formar justo al centro, lo cual fue un golpe de suerte (o de instinto).
• El Embudo: Lo aseguramos con una estaca por precaución, pero la calidad de la nieve nos permitió un avance tremendo. La Rampa Whillans fue un ascenso directo y seguro, permitiéndonos progresar eficientemente de reunión a reunión.
El amanecer nos encontró a las 6:15, ya en los últimos largos de la Rampa.
A las 8:30 cambiamos el chip y entramos en el tramo de mixtos. Esta sección, de baja dificultad y con solo una piqueta en mano, terminó en un hombro espectacular con vistas al valle del Cerro Torre.
Nos tomamos un buen descanso al sol, contemplando Niponino e intentando divisar a nuestros amigos: Jere y el Flojo en la vía Exocet, de la Aguja Standhardt. Eran las 11:00 y aprovechamos la repisa del hombro para dejar el equipo de hielo (seguimos muy livianos).
Desde el hombro, pasamos al modo trepindanga enteramente con botas y gran parte en simultáneo. La clave fue la navegación. Siguiendo la data de nuestro amigo Jere Castana, evitamos la tentación de irnos muy a la izquierda. Juani surfeó esa zona con maestría, sacándonos directamente al filo cumbrero.
Dato técnico: La Rampa Whillans es el canal más fácil para acceder al hombro de la Aguja Poincenot. Si bien su dificultad técnica es moderada, la estrategia en la nieve y la elección horaria (idealmente de noche) son cruciales.
Arribamos a la cumbre a las 14:00 en un día de brecha que parecía irreal. Era la mayor altura que ambos habíamos alcanzado en el macizo. Los fiordos chilenos eran visibles; la vista era anonadante. Gozamos 45 minutos y empezamos el descenso.
Aquí fue donde conocí las habilidades de mi compañero: Juani, "el domador de cuerdas".
• Descenso eficiente: los rapeles fueron perfectos. En la parte superior, fueron cortos (no más de 30m), evitando problemas con el roce o el enredo.
• Recambio de material: en el descenso, cambiamos muchos cordinos podridos de reuniones antiguas y dejamos seteados nuevos puntos ¡Y me encontré una estaca! Tesoros de montaña…
Al llegar al collado antes de los mixtos, decidimos esperar. El calor del día seguro había ablandado la nieve. Juani aprovechó para fumarse un puchito mientras contemplábamos el valle. La montaña te enseña a ser paciente.
La Sombra y el Tobogán al Vacío.
A partir de las 17:00, la sombra comenzó a endurecer los nevés. Cuando llegamos al embudo, la nieve estaba dura, lo cual era ideal.
Dato de seguridad: habían caído muchas "bolas de carro" durante la tarde. Colgado sobre el glaciar de Laguna Sucia te sentís en el tobogán al vacío más grande de tu vida.
Al venir ya cansados tomamos muchos recaudos. Aseguramos la situación al máximo, usando dos estacas esta vez antes de seguir en simultáneo.
Al pasar la rimaya, el pequeño puente de nieve se me desmoronó. Por suerte, tenía a Juani dándome seguro de cuerpo. Quedé con las patitas colgando y el corazón lleno de sensaciones. Superada la rimaya, vimos alzarse desde el horizonte una de las lunas más increíbles que jamás vi.
Cielo naranja, nieve impecable, la inmensidad. Entramos en un modo lunático, contemplativo, sin querer volver a la carpa mientras el granito brillaba cargándose de la energía lunar.
Sentíamos que todo había salido tal cual lo planeado, pero la montaña siempre tiene algo más para enseñarte. Tuvimos la "genial" idea de semi-enterrar la carpa en la nieve por si se levantaba viento inesperado, pero resultó ser una pésima idea: al llegar, teníamos una laguna encima: ¡bolsas de dormir hechas aguas y re-congeladas!
Lección aprendida, igual dormimos así nomás, exhaustos y empapados.
El descenso final fue una maravilla: el ascenso gestionado al Paso Superior se convirtió al bajar en un culipatín furioso que nos dejó cerca de Laguna de los Tres, la mejor forma de no hundirse hasta las rodillas en un día cálido. Al mirar la Aguja Poincenot desde abajo, dimensionamos el desnivel: 2550 metros de ascenso desde el inicio del sendero.
La Rampa Whillans no presenta dificultad técnica alta (5tos) y se escala toda en botas, pero es una ruta que requiere perspicacia estratégica y el equipo adecuado (dos piquetas y al menos una estaca). Si las condiciones de nieve son buenas, es una experiencia fenomenal.
https://www.instagram.com/juaniiignaciounrein/
https://www.instagram.com/danielae.astudillo/
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Bicicleta, Granito y la Sit Start a la Aguja Guillaumet
El principio de noviembre nos recibió con una brecha de buen tiempo que parecía eterna. Acababa de bajar de la Aguja Poincenot con el cordobés Juani ,y en mi día de descanso, en El Chorrillo, me encontré con mi amiga Maida Loyola, recién llegada de trabajar, con ese fuego interno y las ganas ardientes de abrir la temporada de granito en el macizo.
Tras una recolección exprés de morchelas, preparamos las mochilas para un ataque rápido. El plan inicial era evaluar las condiciones de la cara oeste de la Aguja Guillaumet. A las 8 de la mañana del día siguiente, salimos con "el atún" (el auto de Maida) cargado con nuestras bicis. Aproximamos pedaleando hasta Piedra de Fraile, y a las 2 de la tarde ya estábamos en el col de Giordani, justo antes del paso de los slabs.
En brecha total nos sentimos en el Olimpo. Nos sentamos a meditar ante la vista majestuosa del Cerro Torre y la Aguja Pollone.
Al día siguiente, intentamos pasar los slabs, pero no nos dieron buena espina. Las cuerdas fijas estaban enterradas en el hielo, y las altas temperaturas provocaban avalanchas de fondo en los valles circundantes. Con inteligencia y flexibilidad, decidimos volver a la carpa.
Allí cambiamos el seteo de nuestro equipo para ir más livianas y salimos directamente a escalar desde el vivac, apuntando a la cumbre de la Guillaumet por la Sit Start de la ruta Comesaña-Fonrouge (Giordani Variation).
Arrancamos a las 9:00. La ruta es sumamente divertida, con mucha trepindanga de grado muy accesible. La roca es sólida en su mayoría, nos permitió salirnos un poco de la línea para gozar de alguna que otra fisurita de calidad para sacarnos las buenas ganas de escalar granito al sol.
El Filo Giordani lo hicimos enteramente en simultáneo. Recuerdo mucho una fisura transversal con caída al vacío y "sin pies" que Maida se partió en sus zapatillas de aproximación. Al llegar al Col de la Fonrouge, dejamos una mochila con el equipo de nieve: subimos ahora sí, súper livianas.
Gozamos la Fonrouge sin viento y al sol. Disfrutamos especialmente la fisurita de calidad 6b+ que Maida primereó. Esquivamos el nevé final yendo por roca expuesta.
• Longitud: 700 metros.
• Dificultad Máxima: 6b+.
Llegamos a la cumbre a las 17:00 hs. Nos lo tomamos con calma, sabiendo que para volver al vivac era mejor esperar que la nieve se pusiera durita. Comimos el alfajor que nos había regalado nuestra amiga Luli, a las risas y filosofamos de la vida, de las cumbres, de los amigos que ya no están, y de la esencia de por qué hacemos lo que hacemos.
Con alegría, los rapeles salieron joya. Llegamos al Col de la Fonrouge a eso de las 20:00 y regresamos a nuestra carpa a las 23:00.
Explorarse con genuinidad.
Es difícil explicar lo que se vive con una amiga en esa inmensidad. Se empieza con venerar esa chispita que surge desde adentro para ir a explorar/explorarse. Las caretas de la socialización se caen, y una conecta con su propia raíz y la de la otra, dejando que aflore la autenticidad que nos hace tan únicos y hermosos. El decidir no tomar el riesgo de pasar los slabs, tener esa flexibilidad y el impulso de seguir disfrutando de otra manera, son parte de la magia.
El regreso fue puro placer, bajando con la brecha aun haciéndose sentir. ¡Ah, y rescaté una bolsa de dormir enterrada en el hielo! Pesaba cinco kilos y estaba congelada pero la bajamos igual. Tesoros de la montaña…
De bajada, un buen chapuzón en el agua fría y rearmar meditativamente nuestros pasos mirando la Guillaumet.
En Piedra de Fraile, los refugieros nos recibieron con flan y mates, una alegría inmensa, fuimos tan livianas que sólo nos quedaba de comida un saquito de té al fondo de la mochila.
El regreso en las bicis siempre le agrega la frutilla del postre: reír y dejar al espíritu ser, una mezcla de cansancio y pura alegría.
Tras una recolección exprés de morchelas, preparamos las mochilas para un ataque rápido. El plan inicial era evaluar las condiciones de la cara oeste de la Aguja Guillaumet. A las 8 de la mañana del día siguiente, salimos con "el atún" (el auto de Maida) cargado con nuestras bicis. Aproximamos pedaleando hasta Piedra de Fraile, y a las 2 de la tarde ya estábamos en el col de Giordani, justo antes del paso de los slabs.
En brecha total nos sentimos en el Olimpo. Nos sentamos a meditar ante la vista majestuosa del Cerro Torre y la Aguja Pollone.
Al día siguiente, intentamos pasar los slabs, pero no nos dieron buena espina. Las cuerdas fijas estaban enterradas en el hielo, y las altas temperaturas provocaban avalanchas de fondo en los valles circundantes. Con inteligencia y flexibilidad, decidimos volver a la carpa.
Allí cambiamos el seteo de nuestro equipo para ir más livianas y salimos directamente a escalar desde el vivac, apuntando a la cumbre de la Guillaumet por la Sit Start de la ruta Comesaña-Fonrouge (Giordani Variation).
Arrancamos a las 9:00. La ruta es sumamente divertida, con mucha trepindanga de grado muy accesible. La roca es sólida en su mayoría, nos permitió salirnos un poco de la línea para gozar de alguna que otra fisurita de calidad para sacarnos las buenas ganas de escalar granito al sol.
El Filo Giordani lo hicimos enteramente en simultáneo. Recuerdo mucho una fisura transversal con caída al vacío y "sin pies" que Maida se partió en sus zapatillas de aproximación. Al llegar al Col de la Fonrouge, dejamos una mochila con el equipo de nieve: subimos ahora sí, súper livianas.
Gozamos la Fonrouge sin viento y al sol. Disfrutamos especialmente la fisurita de calidad 6b+ que Maida primereó. Esquivamos el nevé final yendo por roca expuesta.
• Longitud: 700 metros.
• Dificultad Máxima: 6b+.
Llegamos a la cumbre a las 17:00 hs. Nos lo tomamos con calma, sabiendo que para volver al vivac era mejor esperar que la nieve se pusiera durita. Comimos el alfajor que nos había regalado nuestra amiga Luli, a las risas y filosofamos de la vida, de las cumbres, de los amigos que ya no están, y de la esencia de por qué hacemos lo que hacemos.
Con alegría, los rapeles salieron joya. Llegamos al Col de la Fonrouge a eso de las 20:00 y regresamos a nuestra carpa a las 23:00.
Explorarse con genuinidad.
Es difícil explicar lo que se vive con una amiga en esa inmensidad. Se empieza con venerar esa chispita que surge desde adentro para ir a explorar/explorarse. Las caretas de la socialización se caen, y una conecta con su propia raíz y la de la otra, dejando que aflore la autenticidad que nos hace tan únicos y hermosos. El decidir no tomar el riesgo de pasar los slabs, tener esa flexibilidad y el impulso de seguir disfrutando de otra manera, son parte de la magia.
El regreso fue puro placer, bajando con la brecha aun haciéndose sentir. ¡Ah, y rescaté una bolsa de dormir enterrada en el hielo! Pesaba cinco kilos y estaba congelada pero la bajamos igual. Tesoros de la montaña…
De bajada, un buen chapuzón en el agua fría y rearmar meditativamente nuestros pasos mirando la Guillaumet.
En Piedra de Fraile, los refugieros nos recibieron con flan y mates, una alegría inmensa, fuimos tan livianas que sólo nos quedaba de comida un saquito de té al fondo de la mochila.
El regreso en las bicis siempre le agrega la frutilla del postre: reír y dejar al espíritu ser, una mezcla de cansancio y pura alegría.
Con Maida Loyola